jueves, 8 de agosto de 2013

Cuaderno de viajes (1990 - 1991/ libro completo)

CUADERNO DE VIAJES (1990-91)




El exacto peso


En el hacer se resume lo que digo y tengo.

Nada sobre la tierra crece
fuera de sí.

Busco la claridad, el exacto peso
que la hormiga arrastra.

Hacer poesía es hacer tu cuerpo.






ESCENARIOS




El bufón

De la madera salió un bufón,
una porción de fuego, una historia de amor
y muerte, de esas que ya no alcanzan.

Haciendo piruetas con su ceniza,
haciéndose, se acercó.
Al verlo vislumbro multitudes pintadas.






La mirada de Alicia

Alicia soñaba la voluntad de Ofelia.
    Antes de caer
desparramando sus miembros en la maleza de aguas,
festejaron con aplausos apurados la escena.
    Antes de caer
y hacer de su vestido una musgosa mortaja,
    el telón cayó.

He recordado la mirada de Alicia,
su sorpresa al descubrirse otra vez despierta,
con la cabeza en el suelo y la almohada lejos.





La ciénaga

El escenario es la ciénaga caminada por sombras y sentidos.
Hay ojos abiertos en lo que se pudre,
veloces miradas, párpados de otro tiempo,
narices que van del cauce a la superficie,
narices que más allá de la superficie se estiran
y tocan los pies del actor sin activarlo.
El mutismo es el telón. El escenario gira
cuidando la quietud de lo que permanece dentro.
El actor es joven y es principal,
construye su realidad mediante un artificio:
cuelga.

La apariencia puede ser una diosa, una bandeja,
una forma de conducirse
o una manzana verde;
nunca un gesto, un círculo, un escenario que gira.





Cuatro cabezas
                                   
Una nube de espasmos envuelve la vela.
Está a punto de caer un escenario
con cuatro cabezas que pasean sin cuerpo.
Camisas blancas, corbatas, manos:
una nube de espasmos desordena la sombra.
Enrojece el trueno.
Hay un lento suicidio de escenario.
Hay cuatro cabezas que pasean sin cuerpo.


(Presentación de La Nueva Nuca en el Obispo Mercadillo)






Arribos
              
I
                     No hay lugar
para mi sombra en el agua.

Vislumbro cuerpos que hacen mi cuerpo.

Hoy hasta Ofelia, la niña
del vientre blanco,
                                empuja estos
rasgos que se miran…






Mi papel


Represento mi papel, soy
Hamlet nuevamente.

En el pozo donde cientos de caras permanecen
dos horas y media,
empieza
el silencio, la palidez.

Mi mayor preocupación
no es haber olvidado las primeras muecas,
las palabras a Horacio, la reflexión
con los dos sepultureros
y con el cráneo en la mano;

no es haber dejado de considerar a Ofelia
una actriz capacitada, la más bella de todas;
no es haberme caído antes de entrar.

Mi mayor preocupación
es esta locura cotidiana,
esta forma de dejar la propia forma
para ser ojo de los presentes.






Entre máscaras

El día es barro que sueña con tu cuerpo.
La mudanza me acecha.
Mis párpados recogen lo que sobró.
Soy extraño a mi aliento, desconocido eco a mi piel, ventana impenetrable
a mis propios ojos.
Lo que quiero decir resplandece oculto, habitando una señal que huye
de mi verbo.
Entre fragmentos que atraviesan mi desteñido cuerpo, floto…
Soy la blanca Ofelia que desliza su palidez entre algas,
entre peces rotos, entre máscaras que la noche disuelve. 








LO QUE SIEMPRE HAN DICHO





Dictado


Cosas,
           imágenes,
                           segundos
Un animal me guiña desde la sombra
Su párpado cae,
                                        páginas
               imágenes
segundos
Cosas que el animal me dicta desde la sombra
Su ojo regresa,
imágenes
           páginas
cosas
El animal sin dejar que se pierdan segundos
recibe un soplo de luna y me abandona.





Frente a la jaula del tigre


Recostada el agua, la fuente vierte
de la piel, la forma;
                                 del tigre
recostado vierte
su soñar, la fuente.

Desde la herida emergen, en torno
al reflejo y al sueño
irrepetibles,
   dispersas
voces que de la fuente se mantienen
fuera.
          Recostada, la fuente vierte
del tigre el insaciable sueño;
del sueño, la remota sangre,
la naciente mano
de mi amada sobre mis manos,
en el jardín primitivo, a pocos
pasos de la jaula.

      
 
                                      

Apertura y caída de las flores
a Marcelo Torelli
El jinete no sabe
por qué muere.
                          Las flores
se abren,
        caen desde sus manos.
De cara al polvo tal vez piense
que la memoria se abre.
Acaso crea que ha olvidado.
Ahora su cuerpo
desconoce el sentido,
                                    sabe
que es la caricia y que la noche
se abrirá con la caída
de las últimas flores.
Como la ausencia del viento
                       su rostro
imperceptible se aleja.






Vacío

Sin llanto lloro

un animal sin calle
sin imagen del día

lloro quieto
                    gracioso
en una cama sin nombre
en un
           instante
sin turbulencia ni calma.





El espejo

Estoy diciendo
lo que siempre han dicho:
dos manos y el espacio
donde apoyan la caricia.
Me estoy yendo

Estoy tocando
lo que todos desean:
el círculo donde animales 
y plantas giran
con exactitud.
Los colores se hacen,
me estoy yendo

Estoy animando la caída de los párpados,
el temblor de la piel,
el vértigo de encontrarse.

No estoy hablando porque soy el espejo.
Te estoy mirando.
Me estoy yendo…





Ojos abiertos


Si querés un espejo
en la calle
Rodolfo Ragucci 4608
está
         mi casa.

Entrá,
sin golpear.
                    Sobre la mesa
podés dejar solamente lo que quieras.

Tendrás del sentimiento la penumbra viva,
una luz sin remedio.
                                   Salvame.

Esperaré despierto.

Mi temblor al encontrarte
coincidirá con tu risa.






Redes

Los árboles tejen un salto amarillo
en el revés de las hojas muertas en otoño.
La oscuridad sostiene en el aire un círculo.
El cielo se vuelve el respirar inquieto
de quien recorta su cuerpo con su cuerpo dormido.

Abro los ojos bajo una lluvia sin sonido,
los abro como quien abre sus ojos en el agua:
un pez me mira, me abandona al instante.
La mirada es el instante que me devuelve al pez.
La mirada es la red, lo que traduce el vacío.

Los árboles tejen un salto amarillo
en el silencio de las ramas desnudas en invierno.
La luna se vuelve circular espejo
del que tiene un desierto en su cara, una herida
abandonada en la mejilla.
La luna refleja una manzana en la nieve.






Jardín

Muerdo
      la oscuridad,
manzana
       en la boca…

Mi habitación esconde
       este jardín
donde el aire de luna y el humo dan
        realidad a las plantas;
donde mi risa es el agua
         fría del estanque.







Cuando salí, me hablaron


I

En un cuarto de nitidez flotante;
en un espasmo circular de humo;
en la brevedad que el silencio esparce;
en un salto de luz, una caída,
una mano desembocando en el brazo;
en una esquina de ropas, una emboscada,
una calle desembocando en el pie.


II

Empecé a caminar.
                                 Miré.
Nadie osaba invadir la neblina.

Algún color había que encontrar,
algo distinto había que encontrar.
Recordé el cuadro, esperaba sobre la mesa
tapado por el ojo que sobrevive a los años.
De una esquina a otra caminé
inoperante, con una manzana
en la mano.
                      Nadie.
Apenas un perro, una rama después.
Recordé el cuadro de los bailarines que sostenían
espejos convexos.
                                Escuché: “el puente nunca
ha estado cerca ni ha sido puro.”
Rodé
                 volví a ver los bailarines
                 desenvolví sus rostros: gimieron
las puertas...
habitantes de una ciudad ajena
dispersaron rituales.
                                    Me trataron con  risas,
me sirvieron frutas, me tocaron...
aceptaron mi sombra en sus hogares,
pero sólo mi sombra...

Me hablaron de obras de arte inconclusas.






El primer equilibrio

Recuerdo la primera vez que me vi.
Con la cabeza entre mis manos
Daila movía su boca en otro sitio.
Con la cabeza en mis manos
yo respiraba la novedad de su vientre.

Recuerdo la noche del primer equilibrio.
Con la cabeza en mi aliento
se levantó hasta posarse en la penúltima rama.
Recibió el soplo del otoño respiró
sin dejarse caer.

Recuerdo la primera vez que la vi.
Con la mirada en mis manos
la envolví hasta posarla sobre la última rama
y el tacto fue la lluvia que dilató la distancia.
Se vio en la caída de un pájaro nocturno,
se vio en la caída
                             de su cuerpo en el mío.









 
CUADERNO DE VIAJE




Praia do Naufragado

Me he sentido circular en la arena.
Los he visto alejarse
mientras el viento despejaba.
Nada podían desperdiciar sus manos:
una canasta con fondo de pez
y algunas tablas

                          Un instante después
los he visto acercarse.
No he sabido hacia dónde dirigían sus pasos
mientras el viento despejaba.
Mientras el mar dividía la dirección de mis ojos
he visto agrandarse la canasta y las tablas…

En la rosa de los vientos
he descubierto mi forma

                            Un instante después
el recuerdo ha girado junto a la esfera de almejas
en derredor de mi cuerpo…

He visto a la distancia desvanecer los pasos.

Me he sentido circular

y no haber sospechado los rumores de mi sangre
me ha otorgado la dicha.

                                                      
                                               
                                                Florianópolis. Enero de 1990





Decir lejos

Viajando

sin encontrar la voz,
sin descubrir la cadencia que resuelva el paisaje,
la música que haga de las cosas un nombre;

sin encontrar más que una casa al borde
del camino, con gente desesperada
por no poder decir lejos ni acercar el instante.





  
Silencio

Hay tanta gente al borde de la guerra,
tanto viento al borde del viento,
tanta noche cayendo a la noche;

hay tanto silencio que el silencio deja
de ser palabra para ser cuerpo:
sus distantes ojos me contemplan;
sus manos aceleran mi sonrisa y su vértigo

adelanta el futuro.






Plumaje nocturno

Los antiguos trabajadores de la ciudad sin cara,
los obreros que otorgan su confianza al día,
los amenos, los que curvan sus cuerpos en la penosa
jornada, los jamás ocultos,

reciben el colorido plumaje con indiferencia;
se hacen carne en lo oscuro. Cansancio. Sangre.
Apagan la luz, reciben sin darse cuenta
la noche. Destinados a la acción

para ellos la quietud hace mal a los vientos,
el sueño jamás acerca lo real,
lo que aproxima el silencio es peligroso y distinto.
Víctimas de batallas futuras, ignoran la ironía.






El mar, las piedras


Momentos antes de que la boca se abra
y el estallido final, el movimiento cómplice,
transforme en barajas de naipe las casas,
en Naufragado el cuerpo girando vacía
      sus voces en el mar.

A medianoche subimos
por el camino del morro.
Hacemos de la cabaña nuestro tesoro escondido.
Reímos mientras buscamos,
                                               entregamos
nuestra cabeza a las piedras.


Praia do Naufragado, Florianópolis.


 

Palmeras
                                             “O olhar despede mais chama
                                                         no instante da despedida”
                                                          Stefan Sweig

El adiós hace que la experiencia viaje
y se traslade el sentido.
Nunca volvemos a nuestra casa;
nos alejaron de su puerta rostros
desconocidos y distintos.
Apenas un círculo de palmeras envuelve
el instante y la distancia.           

                                                            Isla de Itaparica - Bahía
                                                                                             14/2/1991






Estación

Un tren de carga es la memoria
mientras la lluvia transcurre

Estación otoño,
                           caras enrojecidas;
un turbio encanto se devuelve a los ojos

La piel en la rampa de pasto amarillo,
las manos en el cofre donde guardaste tierra

Andate, lágrima, sin dejarme.
Aléjame
                sin quedarte fría.






Sin despejar

           no es el vacío
la planta cayendo,
            el ave
marchitándose,
lágrimas que el viento
choca sin despejar.